domingo, 28 de marzo de 2010

Le isole e mezzogiorno





Quizá en este momento me encantaría estar allí, y no en este domingo tristón que a pesar del cambio de hora se muesta tan oscuro.
Recordé hace un par de días aquella habitación de Palermo el pasado verano,aquella humedad mezclada con calor que sin embargo hacía los despertares tan llevaderos; los fruteros vociferando en la calle y depositando enormes angurias en las cestas que trepaban hacia las ventanas.
He abandonado un poco el blog,cada día pensaba en él,en retomar este expreso que parece haber tenido una avería. Volveré a escribir con frecuencia,lo prometo,aunque sólo sea por todos aquellos que habéis mostrado vuestro interés por estas líneas.
Hace apenas una semana que volví de Italia pero sin embargo hoy me toca echar mano del recuerdo para intentar retratar la otra Italia,el Sur y las islas, ya que la bien avenida Lombardía poco tiene que ver con mezzogiorno.



Más de una,más de dos y más de tres veces he cogido uno de esos intermiables expresos que parten del corazón de Europa y arriban a Sicilia sin solución de continuidad; cuando uno se pone delante de aquellos tablones amarillos que describen la trayectoria de Il Gatopardo o Il Perolitano se echa a temblar. Nada menos que entre 16 y 18 horas (sin contar el pertinente retraso) para llegar a alguna de las maravillosas ciudades de Sicilia. Y todo ello teniendo en cuenta que partimos de una península y llegamos a una isla ¿cómo es posible entonces que el mismo tren que parte de Milán llegue a Palermo?, muy sencillo (o no tanto); a la espera de que se construya el tantas veces prometido puente entre Calabria y Sicilia (apenas 10 kilómetros) los vagones se introducen en un barco con sus correspondientes raíles.
Una vez llegado a la Stazione Marítima se vuelven a encajar en las vías sicilianas para proseguir su camino; mientras los viajeros pueden subir a proa o a popa y disfrutar de un pequeño trayecto por el estrecho de Messina. Es realmente una experiencia fantástica y curiosa.

Como curiosa es Sicilia en su conjunto. La isla más grande el Mediterráneo comparte con Cerdeña el apelativo de región rural y atrasada.El carácter insular de ambas (no excesivamente pronunciado pues no se encuentran lejos del continente) ha posibilitado una cierta independencia cultural del resto de Italia. Sin embargo, no dejan de ser dos extraordinarios escenarios que, una vez huídos de los tópicos, nos pueden llegar a sorprender gratamente.

Cerdeña es la cuna del turismo cool italiano, con sus suntuosas costas de sugerentes nombres (Costa Corallo, Costa Azzurra, Costa Esmeralda) donde afamados políticos y ex políticos lucen cacha y seducción por doquier. En muchas de sus ciudades es fácil encontrarse con alguna reminiscencia del dominio aragonés; por ejemplo,en Alghero (Noroeste) todavía se puede escuchar hablar catalán por sus calles y el nombre de muchas de éstas evoca localidades tan hispanas como Tarragona,Zaragoza u Olmedo.

Sicilia no le va a la zaga en eso del turismo, pero sin embargo el caché es bien diferente. La denostada mafia hace estragos en su reputación y si bien ésta no es un problema a pie de calle ni para el turista, el mero hecho de nombrar la isla ya nos remite a escenas de El Padrino. A decir verdad, los años dorados de esta lacra ya pasaron, pues la presión policial y judicial sobre ella han logrado disminuir su presencia a pie de calle; continúa no obstante muy presente en la vida política, sobre todo a nivel local. Hace poco leí una entrevista a Roberto Saviano, el autor de Gomorra (obra que narra en primera persona la realidad de la camorra napolitana) y en cierto modo se quejaba de esa imagen un tanto mística que El Padrino o Los Soprano habían creado sobre la mafia siciliana. "El Padrino es una obra maestra del cine, pero de cara al exterior ha suavizado la imagen de un cáncer cruel que atemoriza la vida de los sicilianos". Lo dice un joven escritor de 30 años que vive 24 horas 365 días al año en el punto de miray que según sus propias palabras,sabe que tarde o temprano acabará asesinado.

Huelga decir que Sicilia es mucho más que mafia. De hecho,como ya apunté antes, un extranjero ni tan siquiera notará su presencia aun pasando meses allí (siempre y cuando no desees hacerte una foto en el mismísimo cartel de entrada al pueblo de Corleone, al fin y al cabo, un hito turístico más).
Tanto la gran isla como las numerosas islillas volcánicas que la rodean (Strómboli,Lípari,Vulcano,Panarea,Favignana...) son un auténtico paraíso.

Al visitante español le sorprenderá la tremenda simulitud de costumbres que compartimos, lo que sin duda nos hace sentir prácticamente como en casa.Cada una de sus ciudades principales presenta una historia diferente: Catania destaca por sus construcciones en negra piedra volcánica,Messina por su trazado urbano reciente fruto del brutal terremoto que la asoló hace siglo y medio, la sureña Agrigento por sus templos romanos y griegos diseminados frente a la costa, al igual que Siracusa,Trapani por su puerto y su agotador viento cargado de humedad y Palermo por ser una capital tremendamente viva pero a la vez remota.











Pero huyamos de Sicilia. Si nos detenemos en ella ( o en Cerdeña) no acaba esta entrada,y a este Expresso hay que imprimirle el ritmo que en las últimas semanas ha perdido.
Volvemos a meter los vagones en el barco y las vías podrían desembocar en Nápoles,en Bari,en Lecce o en Brindisi; cualquiera de ellas,tan alejadas de ese prototipo septentrional,volvería a recordarnos que realmente estamos más cerca de Andalucía que de Florencia o Venezia.
En el tacón de la bota se encuentra una ciudad cautivadora,Lecce,conocida como la Florencia del Sur por su precioso conjunto artítico barroco de palacios e iglesias. Nos encontramos en la península italiana sí,pero más cerca de Albania que de Roma,lo cual quizá explique que esta región de Italia (Puglia) aun se mantenga como un reducto de interminables playas, olivares infinitos y urbes con cierto carácter indómito.





Y si de rebeldía hablamos no podemos obviar Nápoles, quizá junto con Génova y Palermo la ciudad que ocupa el escalafón más alto en mis preferencias urbanísticas.Situada a los pies del volcán Vesubio (que aun no ha dicho su última palabra) quizá sea ese marchamo de temporalidad lo que contribuye a la rebeldía tan típica del napolitano. Nápoles es un ciudad impresionante.
Disfrutemos de ella guardando bien la cartera y prestando un poco más de atención al cruzar la calle, pero no conviene alarmarse tampoco por todos aquellos rumores que se empeñan en destrozar su reputación. Cierto es que soporta uno de los índices de criminalidad más altos de Europa, que Roberto Saviano ha descubierto las vergüenzas de su periferia y que la misma imagen que ofrece la ciudad al visitante no es en muchas ocasiones la que correspondería a la tercera ciudad más importante de Italia.
Pero Nápoles es la cuna de la pizza, allí donde Maradona perdió la cabeza por culpa de una blanca mujer y donde dos mil años atrás estaban enclavadas dos de las ciudades más prósperas del Imperio Romano,Pompeya y Herculano.
La furia del Vesubio (gráficamente descrita por Plinio el Joven) enterró ambas ciudades bajo la lava. Hoy día, los mismos jugos terrestres que las engulleron han conservado a la perfeccción cada uno de sus rincones: tabernas, templos, frescos, domus, prostíbulos... ¡y todavía no se ha llegado a excavar más que un 40% del complejo!. Muchos de los restos que afloran son trasladados al Museo Arqueológico de Nápoles, otros se conservan in situ para deleite de los visitantes. Puede que los restos más espectaculares sean los moldes de yeso de los antiguos habitantes de Pompeya, petrificados en la misma posición en la que intentaban huir de la tragedia.













Hoy día las laderas del Vesubio son fértiles campos de cultivo, Pompeya y Herculano los complejos arqueológicos mejor conservados del Imperio Romano y Nápoles una ciudad de millón y medio de habitantes a los pies de un volcán todavía activo...